Sacerdote, mártir y fundador
Este 1 de octubre celebramos con profunda gratitud los 30
años de la beatificación de nuestro fundador, el Beato Pedro Ruiz de los Paños
y Ángel. Para nosotras, Discípulas de Jesús, esta fecha es mucho más que un
aniversario: es una llamada a renovar el fuego vocacional que él encendió con
su vida, su entrega y su martirio.
Don Pedro nació en Mora (Toledo) en 1881 y fue ordenado
sacerdote en 1905. Vivió con radicalidad su vocación, entregado por completo al
sacerdocio y al servicio de la Iglesia. Como Director General de la Hermandad
de Sacerdotes Operarios Diocesanos, dedicó su vida a la formación de futuros
sacerdotes y al fomento de las vocaciones, con una espiritualidad profundamente
centrada en el Corazón de Jesús.
Durante la guerra civil española, fue martirizado por su fe
el 23 de julio de 1936 en Toledo. Su muerte no apagó su sueño: había preparado
con esmero los documentos fundacionales del Instituto Discípulas de Jesús,
confiando en que, aunque él no llegara a verlo, la obra se realizaría. Y así
fue. En 1942, las primeras Discípulas profesaron sus votos en Valladolid, iniciando
una historia de entrega vocacional que hoy sigue viva.
El Papa San Juan Pablo II lo beatificó el 1 de octubre de
1995 junto a otros ocho sacerdotes operarios, todos mártires. En esa liturgia,
la Iglesia proclamó: “Eorum coronando merita, tua dona coronas” —“Al coronar
sus méritos, coronas tus dones”—. Porque el martirio es don, es gracia, es
testimonio.
Hoy, como Discípulas de Jesús y Familia Discípulas de Jesús,
celebramos con alegría y esperanza. Su vida nos inspira a seguir sembrando
vocación, a vivir con pasión el Evangelio, y a ser presencia de Jesús en medio
del mundo. Que su ejemplo nos impulse a seguir trabajando por las vocaciones,
como él lo soñó.
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